Dos golpes secos la devolvieron a la realidad, la puerta de la Reina era golpeada.
- Pasad. Estoy despierta aun.-
La gran hoja de madera, finamente tallada con incrustaciones de ébano negro, marfil y plata, se abrió dejando pasar a la tímida figura de una criada, sus ojos de ratoncillo asustado no habían cambiado, su virginal y delicada belleza, había superado los duros momentos vividos en su ausencia, más estos, ya no tenían el brillo anterior, ahora parecían apagados, esta visión resumió todo lo acontecido y los ojos de la Reina Negra se llenaron de lagrimas.
Giró la cabeza, para que no viera su dolor y aumentara el suyo, simuló coger una pieza de fruta, ella, conocedora de su persona, evitó mirarla y presto dejo pasar a la persona que la reclamaba, cerrando la puerta tras ella y dejándola a solas con la visita.
-Mi Reina.- Con estas sencillas palabras, la tremenda figura de un Guerrero hincó su rodilla ante la Reina Negra, ofreciéndola sus hombros y cabeza con una ligera inclinación, ella, posó sus manos en ellos y con toda la dulzura posible, lo hizo levantarse frente a ella., con una ligera sonrisa...complicidad medida.
La cabeza apenas le llegaba a su torso, se sentía débil y pequeña ante aquel ejemplar masculino, su rostro hierático, esculpido a cincel, revelaba una inteligencia superior, una ligera barba, impoluta y bien recortada, le daba la humanidad suficiente para reclamar su puesto humano, todo él era viril y sensual, su carne de mujer, se sentía atraída por su magnetismo, era inevitable, la Reina era pasión absoluta, en todo.......
Y él lo sabía, sintió su deseo como una llamada muda a su ser, sus manos suavemente, se posaron en sus hombros, haciendo que la túnica que la cubría cayera a los pies de ambos, su susurro de seda, excitó mas los reales sentidos. Apenas sin esfuerzo, la alzó entre sus brazos , dejándola caer con la delicadeza de un amante dispuesto sobre el gran lecho, una de sus manos acariciaba sus negros cabellos y con la otra y sin ayuda, empezó a despojarse de sus militares vestiduras, el olor a cuero y metal, su virilidad contenida, el sueño del deseo que se iba a cumplir, la hizo transportarme sobre una barca mecida por la sensualidad, cuando al fin desnudos, sintió el poder de su peso, el sabor de su boca anhelante, la virilidad buscándola con firmeza.
Las olas de sus acometidas en ella, la llevaron a plena mar con la fuerza de una luna llena, magnifico amante, con el poder absoluto de un Soberbio Guerrero, dio satisfacción a la Reina en muchos sentidos, el carnal, en su ego y una fuerza renovada, para seguir nuevamente adelante.
El último pensamiento de la Reina fue hacia su Rey Blanco, sueño mil veces soñado, Rey mil veces vivido, en su perfume, hombre de rudeza extrema. Porque ese Hombre hacia de su espada, el amor, su escudo, el humor, su hogar, la coherencia, y su biblia, la libertad. Ahora sabia que lo encontró, ahora sí....
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