Él es.

Son mis palabras tinteros repletos de saliva

y lágrimas secas,

garabatos que gotean un sensual tango,

tanta piel y nervio,

tanta sangre en cada letra,

tanta pasión y tanto compartido.

El es mi casa de piedra,

es mi mansión de silencios,

alla donde mi tiempo teje

sed de equinoccios.

El es mi raiz,

es mi sueño,

es manjar amargo,

que viaja directo desde mi escote,

a su cama vacia,
haciendo brillar mis caderas,
despertar mi sexo,
y humedecer mis tibias esquinas.

Y yo, que estoy a dos metros de la luna,

sin escuchar los grillos de la vida,

siento una canción que abre mi cuerpo al alba

con su tacto...

salto los cercos de mi memoria

y ofrezco al cielo

mi mejor gemido,

uno celeste,

para que comulgue con las estrellas,

cuando el roce de su miembro erecto,

se pasee por el interior de mis muslos,

como promesa de toda una existencia.