Escucha mi voz,
Yo, la regente de mi vida, y tuve que sentir un insulto a la efigie, al alma y al cuerpo. Una mancha que cuesta mucho limpiar... Esas letras me ensuciaron como nunca y no sólo lo permitiste sino que lo disfrutaste... Qué puedo decir, el adjetivo se ganó con creces, sin vergüenza y con marcada vehemencia.
Duele... Y dolerá... ¿Y qué más puedo pedir?... Abrí la caja y encontré todo, todo... Hasta lo más sucio y asqueroso a mis ojos, claro.
Para ti, era amor. Para mí era morir, simplemente porque te he querido desde siempre.
¿Hasta dónde puede llegar la indignación?
¿Cuál es el límite de la frustración?
¿Dónde termina la barrera entre el amor y el odio?
¿Cuán profunda tiene que ser la cicatriz?
¿Cómo subsistir con esta ira a cuestas?
¿Cómo enterrar un demonio que se niega a morir?
Al final, como siempre... Todo no es más que una bofetada que, al parecer, sólo yo alcanzo a percibir...
Cerraré mis ojos, me distraeré y blasfemaré.
...porque Te Quiero.
Menos mal que Te Quiero…
Nota: Fué un día de Abril...


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