léelo lentamente y sueña con la mirada dulce
que tus ojos tuvieron, con su sombría hondura.
Muchas amaron la gracia alegre de tus días,
y amaron tu belleza con amor falso o verdadero,
más sólo una amó en ti tu alma peregrina
y amó la tristeza de tu cambiante rostro.
Cuando al fuego del hogar te inclines,
lamenta, un poco tristemente, la huida del Amor
que allá en lo alto camina en las montañas
y su faz oculta entre un tropel de estrellas.
Yeats
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